No hay ningún estudio que afirme claramente que los pacientes que tienen algún dolor crónico también tengan unos niveles bajos de Vitamina D, pero sí hay varias pruebas en diferentes partes del mundo que evidencian que pacientes con bajos niveles de esta hormona sufren lumbalgias, osteoporosis o osteoartrosis, y que los que tienen niveles altos requieren de menos fármacos para paliar el dolor, y que por tanto su consumo puede ser beneficioso y preventivo.
Generalmente las modas de los desnatados, evitar las grasas y la exposición solar podrían ser causantes de la bajada de Vitamina D entre la población, así como también los trastornos del sueño, según indican diversas investigaciones. En este sentido, un artículo publicado en el Journal of Endocrinology indica que la suplementación de vitamina D con buenos hábitos de sueño pueden ayudar a controlar enfermedades relacionadas con el dolor como la artritis, el dolor crónico de espalda y los dolores menstruales.
Su relevancia viene dada por ser una hormona relacionada estrechamente con el colesterol que regula los niveles de fósforo y calcio en la sangre, además de contribuir en la formación y la mineralización del hueso. Es importante en la contracción de los músculos, e incide en las articulaciones.
Su beneficio no significa que se tenga que hacer un consumo claro de la Vitamina D para paliar los dolores crónicos, ni que se deban tomar suplementos para ayudar a los enfermos, pero es evidente que puede ayudar positivamente en la salud de todas aquellas personas que tienen estos dolores crónicos y que puede contribuir en su prevención. Además, la Vitamina D tiene efectos antienvejecimiento, un hecho positivo no sólo a nivel estético, sino que también para el organismo, porque tarda más en hacerse viejo.
La Vitamina D, además de obtenerse con la luz solar a través de la piel, se encuentra en alimentos como el pescado azul, el jugo de naranja, los huevos, algunos cereales y la leche que también aporta calcio, necesario para los huesos.