Sí, sí, el dolor es útil. Seguramente como lector estarás sorprendido con esta expresión y sobre todo si eres un paciente que sufre algún tipo de dolor.
Te preguntarás, ¿y por qué es útil?, ¿para que sentimos una sensación tan desagradable? Es útil en el sentido que se trata de una señal de alerta sobre el daño que sufrimos o se está produciendo en alguna parte de nuestro cuerpo.
Concretamente, se produce toda una cadena de comunicación que parte desde unos sensores situados en terminaciones nerviosas microscópicas que recubren la piel y las vísceras, como el corazón, y generan señales eléctricas que se propagan rápidamente a lo largo de nervios formados por miles de fibras nerviosas finas, hasta llegar a la médula espinal donde se conectan con otras neuronas. Desde aquí, la señal se reparte hacia muchas áreas del cerebro, donde se procesa la información y se evalúa la mejor respuesta.
Tratamiento del dolor
Los adelantos en medicina y tecnología, permiten que mediante avanzadas técnicas de imagen, como la resonancia magnética funcional, sea posible cartografiar las áreas cerebrales que se activan durante el dolor.
Hablamos de dolor puntual a modo de alerta. Ahora bien, cuando el dolor es prolongado en el tiempo los estímulos dolorosos generan de forma recurrente una sensación aumentada de dolor, que puede llegar a hacerse insoportable y que hay que estudiar para ser tratado.
Fármacos como la morfina o los anestésicos, inyectados localmente, bloquean precisamente la transmisión de los impulsos eléctricos para evitar que la información dolorosa llegue al cerebro. O la cortisona, la aspirina o el paracetamol que aligeran el dolor al inhibir la inflamación, un factor notablemente potenciador del dolor. Todos ellos eficaces pero bajo supervisión médica debido a sus efectos hipnóticos y su potencial adictivo.
Es por lo tanto el dolor, una señal de aviso, de alerta, que genera nuestro cuerpo para informarnos de alguna anomalía. Cuando este se alarga y se hace crónico, acontece una anomalía por si mismo.